Libro RASCACIELOS
CÁTEDRA TSLS SOLSONA

 

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Aprendiendo en las alturas

Introducción

Esta publicación compendia algunas de las experiencias aprendidas en el taller de Arquitectura 4 de la Cátedra Solsona- Ledesma-Salama de la Facultad de Arquitectura Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires en torno a la temática de la ciudad, la densidad y los rascacielos.

Durante más de 10 años hemos utilizado esta tipología para abordar las problemáticas de las metrópolis modernas como ejercicio practico en la cátedra.
El rascacielos se ha convertido en los últimos años en el protagonista de las publicaciones de arquitectura y desato múltiples polémicas.

Los trabajos aquí publicados son el resultado de algunas inquietudes e investigaciones en el marco de un trabajo grupal entre alumnos y profesores.
Son rascacielos de entre 230 y 250 metros de altura en Puerto Madero con programa mixto (viviendas y oficinas)
Esta publicación se complementa con textos de 3 arquitectos de distinto perfil profesional.
Justo Solsona como proyectista de torres y catedrático que vió en la densidad un tema a atender y estudiar como inevitable futuro de las ciudades contemporáneas. Antonio Ledesma, por otro lado, profesor y funcionario del área de Planeamiento Urbano de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y finalmente Fredy Massad, pensador y teórico de arquitectura.
Estos 3 egresados de la UBA vuelcan sus ideas desde sus espacios de opinión y acción.

Por mi parte, como adjunto de la cátedra, a continuación voy a enumerar algunas de las problemáticas a las que nos enfrentamos profesores y alumnos durante la investigación y el proceso proyectual de un rascacielos. Entiendo que abordar estas temáticas en profundidad requeriría de un análisis más extenso que prefiero dejarlo en manos de teóricos o arquitectos más experimentados.

Mensajeros

Como toda obra de gran escala, para concretar la construcción de un rascacielos se necesitan alinear múltiples voluntades, económicas, normativas, políticas, etc. Los arquitectos no controlamos estas empresas, solo podemos asegurarnos que no resulten monstruosidades de gran escala o simples competidores por el fugaz titulo del edificio más alto del mundo.

Hace apenas 100 años la altura en un edificio de oficinas o viviendas no parecía importar demasiado como hecho en sí y habitar un pieza de valor simbólico no justificaba el elevado costo de la construcción en gran altura. Tal es así que cuando el ahora amado Empire State se inauguró en 1931 muy pocos de sus pisos estaban alquilados y por eso se lo bautizó “The Empty State”.
No muchos años antes de esto la construcción en altura se acotaba a la simple multiplicación de la superficie de la parcela. Así que queda claro que esta tipología es relativamente nueva en la historia de la arquitectura.

Desde el anómino y teórico rascacielos europeo hasta el modélico y práctico rascacielos americano la altura y la densidad siempre pareció ser la solución mas adecuada a la problemática urbana, ya sea por su capacidad para albergar múltiples usos que descongestionan los traslados horizontales reemplazándolos por verticales o por favorecer el máximo rendimiento de la tierra democratizando el acceso asequible a una vivienda en las grandes urbes.
Pero a lo largo del último siglo los rascacielos no sólo resolvieron estas necesidades sino que fueron convirtiéndose en iconos urbanos. Desde King Kong hasta Tom Cruise en Misión Imposible 4, los edificios más altos del mundo fueron mensajeros de la prosperidad, real o no, de las ciudades donde se erigían.

Evolución

Si bien el aumento de altura se debió a la desarrollo de los sistemas estructurales, el aumento de la carga simbólica se debió a la evolución en el pensamiento proyectual.
No hace falta aclarar que un rascacielos debe su expresión arquitectónica y lógica formal al sistema estructural adoptado, tampoco hace falta detallar las complejidades y limitaciones que impone el núcleo vertical que impronta la planta con la implacabilidad del rigor técnico.
Pero a pesar de estos factores ineludibles hay en el diseño del rascacielos algo de básico y primitivo que lo hace sumamente atractivo.
El desafío proyectual de una pieza tan condicionada por la técnica pasa por lograr el mayor efecto volumétrico con el menor recurso posible. Es decir obtener una morfología atractiva sin alterar sustancialmente la lógica del rendimiento funcional y constructivo. Mayor impacto con el menor esfuerzo posible.
De alguna manera la lógica más simple de la economía afecta al diseño del rascacielos.

Sinceridad

Así como un puente es la expresión formal de su estructura lo mismo sucede en una construcción de gran altura. Pero acá la geometría adecua su ley entre la expresión del camino de las cargas y las búsquedas morfológicas.
Los esfuerzos estructurales que las operaciones formales requieren se ven plasmados en la planta como huella de su existencia pisos arriba.

Esta lógica vertical obliga a una sinceridad geométrica que consiste en la clave del diseño.
El recurso geométrico en planta transpolado en altura modela el objeto, su llegada al suelo, la variación en su desarrollo y su remate.
Acá más que nunca las pequeñas decisiones en la geometría de la planta se ven potenciadas frente al efecto multiplicador y exponencial de la extrusión.

Universalidad

Una pieza de más de 300 metros de altura no sólo cobra autonomía formal respecto del entorno urbano sino de lo que sucede en su interior. Ya sea en nombre de la flexibilidad de uso o de un concepto homogeinizador la imagen del rascacielos no necesariamente debe su lenguaje al contexto o a la expresión de sus funciones.

El abordaje proyectual tiene sus bases en la técnica constructivo/estructural, la problemática arquitectónica actual, el contexto cultural local/universal y la propia lógica geométrico/morfológica.
Esta característica convierte al rascacielos en un objeto universal por definición. Donde priman los aspectos universales del pensamiento arquitectónico sobre los locales del sitio donde se implanta.

Altura

Hoy, 4.500 años después de las pirámides de Egipto, Medio Oriente vuelve a tener la construcción más alta del mundo y seguramente al igual que en la época de los faraones habrá otras necesidades más importantes que gastar mil quinientos millones de dólares para romper un record, ese fue el costo del Burj Khalifa que se eleva por encima del desierto del Golfo Pérsico.

Algunos verán a los rascacielos como caprichos de poderosos o como construcciones absolutamente insustentables. Otros las verán como eficientes tipologías de densidad vertical que salvaran al mundo del consumo desmedido que provocan los suburbios.
Lo que es seguro es que los iconos de gran escala trascienden fronteras culturales y generan intereses mas allá de la arquitectura.